Intervención a Europa. Análisis mensual de Kessler&Casadevall AF

En noviembre de 2011 recomendábamos adelantar el escenario de primavera de 2012 y tomar decisiones valientes encaminadas a la integración definitiva de Europa. Ya estamos en estas fechas objetivo y observamos cómo la complacencia de principios de año dejó para otra ocasión nuestros consejos. Sin embargo, creemos que la decisión no puede postergarse mucho tiempo.

Cada vez con mayor probabilidad, Europa se verá irrevocablemente obligada a asumir la realidad de la construcción europea con pérdida definitiva de soberanía fiscal. En efecto, ésta parece la única solución y 2012 parece el año destinado a este definitivo anuncio. Un paso valiente y claramente positivo para los ciudadanos europeos e indudablemente negativo para el ineficaz entramado burócrata europeo.

Las exigencias de reducción de gasto para los países europeos es una receta razonable común a cualquier unidad económica que está fuertemente endeudada. Sin embargo, es cierto que la persecución de los países «sospechosos» por parte de los países con mejor cuadro económico ahonda en un callejón sin salida de peor retorno. Los mecanismos de estabilidad financiera y la suma de fondos adicionales no son creíbles para ningún inversor preocupado en el mantenimiento de su capital y las patadas a seguir que ofrece el Banco Central Europeo son claramente un modo de retardar la necesidad de tomar de cara el problema del crecimiento en Europa.

Cualquier camino que se adopte para resolver la debilidad del sistema financiero español conllevará el compromiso solidario de todos los países europeos y no únicamente del país afectado apoyado con fondos externos y por tanto intervenido con funcionarios europeos. Intervenir Grecia suponía encauzar un país desordenado en toda su estructura. Intervenir España o Italia significa intervenir Europa en toda su configuración política y económica.

Cualquier medida que busque una reducción significativa del desempleo en Europa debe optar por cambios estructurales de gran envergadura y esto requiere tiempo para su ejecución y tiempo para la consecución de los efectos deseados. La política fiscal, en este sentido, tendrá que dulcificar la búsqueda de la eficiencia y ello sólo podrá ejecutarse si solidariamente los países europeos en mejor situación aceptan transferir rentas a aquellos países que están realizando el esfuerzo de adaptarse al entorno de la moneda única y, en definitiva, converger de forma real tal como pide cualquier libro de Teoría económica.

La transferencia de rentas exige mayor control y responsabilidad de los países europeos miembros de la zona euro y, adicionalmente, empuja la creación de un eurobono y un Tesoro europeo. El «nacimiento» del eurobono tendría que surgir de forma natural a medida que la asunción de gastos de otros empuje la prima de riesgo de los países mejor situados y, en especial, la prima de riesgo de Alemania. De esta forma, se podría esperar que llegaremos a un punto en el que financiar el conjunto de deuda de toda Europa es más barato que financiar la suma individual de la deuda de cada país.

La convergencia real debe producirse con el apoyo solidario de toda Europa. Cualquier otra opción acabará con el proyecto europeo. Si la política quiere restaurar la credibilidad perdida, entonces, no tiene más remedio que adelantarse en el tiempo y ofrecer confianza con la expectativa de la formalización de un gobierno económico europeo. Simplemente consiste en aplicar la misma receta aplicada en otras crisis de confianza del sistema monetario europeo, más integración y más pérdida de soberanía.

Javier Kessler Saiz EAFI

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