Estimado/a,

 

La reciente rebelión italiana en la presentación de sus cuentas públicas para 2019 con respecto a lo comprometido con Bruselas no es sino la punta del iceberg de los problemas fiscales de la Eurozona. En un ambiente de relativa recuperación económica y bajos tipos de interés, y con la atención centrada casi exclusivamente en Italia, está pasando desapercibido que casi todas las grandes economías de la Eurozona siguen presentando un déficit publico elevado con el agravante de que hoy los niveles de deuda son mayores que en 2007, lo que reduce peligrosamente la capacidad de actuación fiscal a futuro. Solo Alemania, por suerte la economía más grande de la Eurozona, ha conseguido poner su granito de arena para aliviar el endeudamiento de la Eurozona en su conjunto. A pesar de esto, la deuda pública sobre PIB en la Eurozona es hoy del 87% frente al 65% en 2007.

Los mercados a corto plazo miran casi exclusivamente a Italia cuando el descuadre presupuestario puede ser a nivel general en los países euro. El déficit agregado de la Eurozona se incrementará probablemente el próximo año por primea vez desde 2009. Lo que resulta alarmante es que de no haber existido un régimen de tipos artificialmente bajos en combinación con un incremento en el balance del BCE, el déficit presupuestario en muchos países estaría a los niveles vividos durante los años más duros de la crisis financiera.

Con la excepción de Alemania, las grandes economías de la Eurozona no han aprovechado los bajos tipos de interés y el crecimiento para mejorar su posición fiscal. La situación política en el cinturón sur de la Eurozona (garlic belt) no parece ser la adecuada para aplicar una ortodoxia presupuestaria en estos momentos. Al gobierno populista italiano, hay que añadir el laberinto político en el que se encuentra España, que de manera inverosímil está pasando relativamente desapercibido, momentáneamente, por el gran radar de los mercados, quizás porque sus fuerzas políticas, al contrario que Italia, se declaran europeístas, es decir están abiertamente dispuestas al sometimiento de Bruselas. No obstante, a mi juicio España presenta quizás el mayor riesgo para la Eurozona porque a fin de cuentas la estabilidad y el consenso político es un requerimiento imprescindible para la actuación económica, cosa que en estos momentos no sólo no existe, sino que se está agravando de manera alarmante.

No es probable que a corto plazo se pueda vivir una crisis tan aguda como en 2011 cuando el futuro del Euro estuvo seriamente en peligro, al menos mientras el BCE mantenga la línea de actuación impuesta desde la llegada de Draghi. Pero esto no está garantizado a largo plazo. Si no hay cambios en la fiscalidad, el BCE tendrá que mantener una política expansiva eternamente. Es una situación similar a lo que se ha vivido en Japón desde los años noventa. La aceptación del euro, con la imposibilidad de devaluar, ha impuesto una presión deflacionista en economías que tradicionalmente eran inflacionistas, de la cual es difícil prever una salida. La japonización de Europa es ya un hecho y solamente la ruptura del Euro invertiría la tendencia pero el coste, por el momento es inasumible.

Un fuerte abrazo,

David Mafoda

 

 

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