- Conclusiones de la mesa redonda ‘Inversión en deuda, posibilidades del sector, perspectivas y oportunidades’ que tuvo lugar el pasado 29 de mayo en el evento titulado ‘Infraestructure & Debt’.
- Por Javier Navarro, gestor de fondos en Abante, Itziar Gómez de la Vega, Head of Debt Advisory at Bestinver Securities y Carlos Farras, socio fundador y CIO en DPM Finanzas EAF.
En un entorno económico donde la búsqueda de rentabilidad con control del riesgo se ha vuelto clave, la deuda vinculada a infraestructuras emerge como una alternativa sólida y estratégica. Con este telón de fondo, se arrancó el debate con un punto clave: el atractivo creciente de la inversión en deuda asociada a infraestructuras. Como explicó Itziar Gómez, se trata de un activo con una gran variedad de posibilidades según el perfil de riesgo, tipo de proyecto y estrategia del inversor.
En este sentido, destacó que, “hoy, la deuda de infraestructura ya no es solo cosa de bancos; aseguradoras y fondos especializados tienen un papel cada vez más relevante”, destacó. A su juicio, los sectores que concentran mayor volumen de operaciones en los últimos años son las energías renovables y las infraestructuras digitales, dos áreas estratégicas con flujos estables y gran potencial de crecimiento.
Carlos Farras añadió que, ante la creciente necesidad de infraestructuras públicas en países desarrollados y las limitaciones presupuestarias de los gobiernos, el papel del capital privado —y especialmente de la deuda— será crucial. Subrayó también el “desajuste” en el mercado: “el 90 % del capital se dirige al equity y solo un 10 % a la deuda. Quien tenga capacidad de prestar, podrá marcar condiciones”.
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Rentabilidad, iliquidez y complejidad: claves del análisis
Por otro lado, Javier Navarro puso sobre la mesa la importancia de analizar el binomio rentabilidad-riesgo en este tipo de inversiones. Frente a otros activos de renta fija, la deuda de infraestructura destaca por su resiliencia en contextos de volatilidad económica, aportando estabilidad y descorrelación en carteras diversificadas. Sin embargo, todos los ponentes coincidieron en que es un mercado con un alto grado de estructuración y complejidad operativa.
“Las operaciones pueden alargarse meses, incluso más de un año”, señaló Itziar Gómez, que ilustró esta realidad con el caso de una refinanciación de una autopista que tardó 18 meses en cerrarse. Aun así, explicó, cada vez más inversores domésticos se atreven a invertir directamente en deuda, especialmente cuando se sienten cómodos con el marco regulatorio.
¿Qué riesgos asume el inversor?
En cuanto a los riesgos, los expertos coincidieron en que la deuda de infraestructura es uno de los activos con menor tasa de impago. Según datos compartidos por Gómez, en el rango investment grade las tasas son prácticamente inexistentes. Javier Navarro remarcó que en tramos senior y proyectos maduros (brownfield), el riesgo es muy bajo, siendo la ilíquidez el factor clave a tener en cuenta.
Carlos Farras subrayó la importancia del riesgo geográfico y regulatorio, especialmente en proyectos en países emergentes o con marcos legales inestables. “No es lo mismo financiar un hospital en Reino Unido que en una economía menos consolidada”, afirmó.
¿Cómo y desde dónde acceder a este tipo de activos?
Respecto a las vías de acceso, todos coincidieron en que el canal más natural para inversores minoristas o de banca privada es a través de fondos de inversión especializados. Esto no solo facilita la diversificación, sino también la profesionalización en la gestión y selección de proyectos. La especialización del gestor y su conocimiento del sector se convierten en aspectos fundamentales.
Farras remarcó la necesidad de elegir bien los fondos: “nosotros preferimos fondos con track record claro, equipos gestores expertos y exposición a países con legislación fiable”.
Un activo con sentido en carteras a largo plazo
En la parte final del debate, se abordó la asignación potencial dentro de una cartera. Javier Navarro estimó que un peso del 5 % sería prudente dentro del segmento de alternativos, especialmente en perfiles conservadores. En general, la deuda de infraestructura se posiciona como un activo que combina rentabilidad atractiva (en torno a 300-600 puntos básicos por encima de la tasa libre de riesgo) con flujos estables, protección frente a inflación y menor correlación con los ciclos económicos.
El consenso de la mesa fue claro: en un contexto de transición energética, digitalización y relocalización industrial, la deuda en infraestructuras ofrece oportunidades reales, siempre que se entienda su complejidad y se gestionen bien sus riesgos.