Estamos viendo estos días manifestaciones en la calle de damnificados por la colocación indiscriminada de preferentes por parte de bancos y cajas a inversores particulares que pensaban que estaban comprando libretas a plazo fijo. Ahora son cautivos de su entidad, a la que habían depositado su confianza, que o no les da liquidez o se las canjea por acciones o por otros títulos. La situación es terrible para muchas personas de perfil ahorrador y que se han transformado, de repente, en inversores. Nos podríamos preguntar ¿por qué ha pasado esto?
Los bancos y cajas necesitaban cubrir unas demandas de capital que les exigían los mercados financieros. Por eso emiten acciones o participaciones preferentes para transformar créditos (depósitos de los clientes) en capital. Los ahorradores querían un rendimiento elevado para sus ahorros para superar la inflación, pues los intereses del dinero habían bajado mucho y ésta había subido. Hasta aquí todo lícito. ¿Dónde empieza el desbarajuste? Pues en el momento de la comercialización de estos productos que tal y como algunos prevenimos y advertimos en su día, se han convertido en tóxicos para sus tenedores. Hay que ver la situación desde dos ángulos diferentes antes de llegar a conclusiones. El primero, el del banco como entidad, tiene necesidad de captar capital. ¿Qué más fácil que colocar a sus clientes de confianza unos títulos que ningún inversor profesional les compraría? El segundo el del cliente que, movido por el afán de ganar más, se deja engatusar por los comerciales de su entidad de confianza y suscribe las preferentes.
Como podemos ver el conflicto de interés está servido de manera impecable. Durante todo este proceso ¿qué han hecho los reguladores? Pues tanto el Banco de España como la CNMV han mirado hacia otro lado. De hecho interesaba que los bancos y cajas mejoraran rápidamente sus ratios de capital dada la situación de crisis financiera internacional y la española en particular.
¿Cómo se hubiera podido evitar esta situación? De manera simple, si los ahorradores hubieran contado con un adecuado asesoramiento financiero por parte de su entidad y los reguladores controlando que éste se preste adecuadamente. Lo que parece sencillo y coherente es muy complicado de que se produzca tal como está el sistema financiero español. La norma está, lo que se debería hacer está claro, es velar y procurar, ante todo por el interés del cliente, pero los bancos y cajas están en continuo conflicto de interés: fabrican los productos y los distribuyen a través de la su gran y capilar red de oficinas. Con comerciales incentivados para colocar lo que les digan sus superiores, sin poder cuestionar la bondad del producto para el cliente. Los bancos y las cajas han mirado única y exclusivamente en su beneficio y no en el del cliente.
Les pongo un ejemplo: Si usted está enfermo no se le ocurriría nunca ir a un laboratorio farmacéutico a pedir que les receten y despachen algo para su enfermedad ya que la función del laboratorio es fabricar y vender sólo sus medicamentos. Nunca le recetarían los de otro, aunque éste los tuviera de mayor calidad o más específicos, ya que ellos no los fabrican. Lo que se hace es ir al médico, éste evalúa y diagnostica y le receta lo mejor para su enfermedad y el Ministerio de Salud vela por que los médicos no receten con conflicto de interés.
Es esto lo que hacemos las EAFI (Empresas de Asesoramiento Financiero Independiente), al no tener conflicto de interés, evaluamos al cliente, midiendo su «perfil de insomnio» (que es cuando uno deja de dormir por el riesgo asumido en sus inversiones) y diagnosticamos, recomendando lo mejor para el cliente de lo mejor que hay en el mercado. Si los ahorradores que se han transformado en inversores hubieran sido asesorados por una EAFI, me atrevo a decir que tantas o muchas de las situaciones penosas que estamos viviendo estos días, no se hubieran producido.
Albert Ricart
Administrador de C&R Investment Financial Advisor EAFI